Vol 9. Quien más, quien menos - Joaquín Sabina

El otro día, mientras conducía, escuchaba a Juan Ramón Lucas en Lo que tú digas, el podcast de Álex Fidalgo.

El episodio se titulaba Lo que ganas y lo que pierdes con la edad. En un momento dado de la conversación, Juan Ramón contaba que Sabina confesaba tener cada vez más dificultades, con los años, para escribir canciones que contaran historias. Que los años —y la rutina— te despojan del caos que alimenta los versos canallas.

Pues mira, Joaquín: si te faltan historias, aquí va una, de esas que no piden música, pero sangran en compás.

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Mientras escribo esta entrada, es ya 25 de julio de 2025 y hoy me di cuenta de que, sin buscarlo, algo cambió.

Desde que mi ex —y su nueva co-presentadora emocional— me dejaron, no ha habido día 20 que no viniera acompañado de una punzada en la patata.

Sí, una patata de Kennebec es lo que tengo en el pecho desde el crimen perfectode esas que aguantan bien el hervor y hacen un caldo suculento.

Pero este mes, es 25, y me he percatado de que el día 20 no me acordé de nada de lo que ocurrió cuatro meses atrás. 

Lo extraordinario no es lo que recordamos, sino lo que dejamos de recordar sin querer. 

Este 20 pasó de largo. Y con él, el dolor automático.

Y aunque parezca poca cosa, es una victoria silenciosa. Una grieta en la costra del duelo por donde entra la luz. 




VOL. 9: Quien más, quien menos - Joaquín Sabina.

Quién más, quién menos, ha recibido un mensaje que no esperaba. Pero no todas pueden añadir al ranking de rupturas esperpénticas haber recibido un mensaje escrito por otra mujer desde el móvil del tipo que aún olía al suavizante de tus sábanas.

 El mismo que quería hipotecarse a tu lado. El que, ese día, parece ser que no tenía dedos para escribir, ni valor para pulsar el botón de enviar.

La tercera en discordia, en cambio, no dudó. Ni media vacilación. 

Fue un “ya lo hago yo”, como si empuñar el móvil la convirtiera en distribuidora oficial de despedidas. La ruptura, al parecer,  era un pedido de Glovo y ella, la rider, casco de ciclista incluido.

Y entonces apareció esto en mi pantalla: un texto seco, impersonal y extrañamente ajeno a la persona que cuatro horas antes me juraba amor eterno:

 <<Hola [mi nombre], te has portado muy bien conmigo y has hecho muchas cosas por mí, como yo las he hecho por ti. Hoy llega el momento en el que tenemos que separar nuestros caminos. Te deseo lo mejor.>>

Como para no darse cuenta de que eso no lo había escrito mi ex... vaya, vaya.


"Quién más, quién menos

se ha tomado a sí mismo como rehén, 

y tiene una conciencia todoterreno

del mal y el bien"




He dado muchas vueltas al proceder de la susodicha —no me escondo— y aún no lo entiendo.
¿Tomó la iniciativa porque él no se atrevía? ¿Fue obediencia disfrazada de valentía? ¿O tal vez eliminarme era parte del premio, una medalla simbólica para tatuarse “ya soy la oficial”?

Y ahí me quedé yo: en medio. Entre la rider que entregó el pedido y el que ni siquiera firmó el albarán.

¿Fui un daño colateral o un peaje necesario? Nunca lo sabré. 

 Pero sí tengo claro esto: aquí hubo un “defecto procesal insubsanable”.

Una falta de legitimación activa ad causam palmaria, como el que insta una acción de desahucio acumulando la de reclamación de rentas sin ser propietario ni parte del contrato.

Porque ella no era titular del derecho que pretendía ejercitar ni del objeto litigioso en cuestión: una relación de pareja que había empezado dos años atrás.

O eso creía yo.


"Pero yo fui más lejos

Metí un palo en la rueda de la fortuna 

Bajé al sótano en busca de un mal consejo

Usé tus puñaladas como vacuna"


Como guinda inmediata, a los dos días de aquello,  ella colgó un estado en Instagram con el siguiente contenido: una fotografía de una huella de su trasero marcada en la arena, meticulosamente encuadrada, con la sombra de su cuerpo en bikini, acompañada de una de esas frases motivacionales dignas de taza: "El dolor no se cura fácilmente, pero no dura toda la vida. Volverás a sonreír."

¿A quién iba dirigido, me pregunto?
¿A ella, tras triunfar en su particular  Isla de las tentaciones versión low cost?
¿A él, al fin libre de disimular su traición?
¿O a mí, que miraba esa foto con una patata hecha puré en el pecho?


"Quién más, quién menos

Pagó caras quinientas noches baratas

y cambió a la familia por dos mulatas

de culo obsceno"


En su biografía aún luce, con corazón violeta incluido: "Lo personal es político 💜"

Qué bonito teorizar desde el púlpito de la sororidad, ¿eh?

Qué maravilla de coherencia entre discurso y praxis. 

Quizá en su universo semántico sororidad sea otra cosa. O quizá solo fuera postureo con filtro Paris, con la moralidad justa para decorar una story, pero sin la profundidad para sostener nada.

Aunque no descarto que, tal vez, ambas fuimos protagonistas en historias paralelas escritas por otro, lo cierto es que algunas entradas del guion parecían demasiado bien memorizadas.

Historias sin culpa entre nosotras... quizá no del todo.

Historias con un guion trucado desde el inicio, sin duda.

Porque, quién más, quién menos, ha amado a destiempo, ha confiado de más, o ha interpretado su papel sabiendo —aunque fuera de reojo— que no era la única en escena.

Como epílogo de esta tragicomedia, bastó una pausa ridículamente breve —me sobran los dedos de una mano para contar los días desde la ruptura— para que ella empezara a subir fotos de los dos en diversos lugares, con filtros cálidos y banda sonora pastelosa a mis oídos. Lo etiquetaba sin falta.
Y él, por supuesto, no dudaba en compartirlas con entusiasmo renovado, como si así confirmara en público lo que no se atrevió a decir en privado.

Así que tomé una decisión sencilla: dejar de seguirle.

Para algunos será un acto de despecho.
Para mí, simplemente, decidir no tomar chupitos de cicuta.

Será que también le adiviné las cartas al adivino, pero —a diferencia de lo que canta Sabina— yo aposté por mí para llegar a vieja.


Me disfracé de sabia frente al espejo. Busqué dentro del alma lo que se esconde. Y lo que encontré fue esto… que ese unfollow era el primer paso para que esta patata de Kennebec, partida en dos por la espada de Damocles, germinara y diera lugar a una nueva cosecha.


*Nota de la autora: Este texto no busca cuestionar a ninguna mujer por sus decisiones sentimentales. Solo retrata lo que ocurre cuando el discurso y la praxis se bifurcan, y lo doloroso que es ser instrumentalizada como daño colateral. 

Saber lo que es la sororidad también implica saber cuándo no se aplica, y no usarla como coartada. Porque contar una historia no es atacar. Es dejar de callar.




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